Oppidum (Capítulo 2)

Jerónimo se despertó de golpe, se había quedado dormido por algunas horas en el sillón, y peor aún, ¡Había dejado la comida en la estufa! Se fue rápido a la cocina con temor a encontrar algo descompuesto, el gas consumido o en el peor de los casos un incendio. Su sorpresa al llegar fue que no había nada de lo que pensaba, al contrario, la comida estaba servida en un plato y en su mesa, la estufa estaba apagada y perfectamente limpia, de pronto una mano tocó el hombro de Jerónimo y éste brincó del susto -Tranquilo jaja soy yo- Decía Esmeralda, su vecina –Vi que saliste desde temprano y que apenas llegaste hace un rato arrastrando tu mochila, pensé que estarías cansado o distraído, y efectivamente fue así porque dejaste la puerta abierta jaja -Que vergüenza, discúlpame, fue un día muy pesado- Le respondía Jerónimo apenado –Está bien, te sería más fácil si no vivieras solo y tuvieras compañía- Dijo Esmeralda de forma insinuante, Jerónimo respondió con una sonrisa nerviosa y le preguntó a Esmeralda si le gustaría quedarse a comer, después de todo ella había cocinado casi todo, pero no podía quedarse, pues tenía que terminar de remendar unos pantalones que le habían llevado y que debía entregar al día siguiente. Jerónimo le agradeció y Esmeralda se fue.

Lucía estaba en su casa esperando a que la lluvia terminara, estaba ansiosa por regresar al laboratorio y revelar aquellas fotografías, pero el tiempo pasaba y la lluvia no daba muestras de parar pronto, así que decidió intentar guardar su impaciencia e ir al día siguiente, fue a su cocina a prepararse algo de cenar, en ese momento se pagaron todas las luces, la luna había sido tapada por nubes y la casa y la calle estaban totalmente oscuras, para su buena suerte ella ya traía un encendedor en la mano, lo prendió para iluminarse un poco pero al tiempo que apareció esa pequeña llama de luz vio frente a ella al mismo ente que se había aparecido en sus fotos, dio un grito y soltó el encendedor, apagándose y dejando nuevamente todo en oscuridad, se escuchaban pasos pesados en el piso de madera y una sustancia viscosa que caía mientras ella lentamente intentaba retroceder sin golpearse con nada, en un momento el ruido paró, Lucía llegó a la pared, estaba agitada y asustada, la habitación se volvió helada, de pronto sintió un aliento muy caliente en su cuello y un golpe en su pierna que la derribó, quiso gritar pero no le salía la voz, escuchó en el fondo como caía todo de la alacena a la vez que tenía la sensación de ser cubierta por animales pequeños, cuando estaba a punto de desmayarse por el miedo vio la luz de una lámpara que se asomaba por su ventana acompañada de unas voces procedentes de la calle, la puerta de su casa se abrió y alguien entró buscándola y llamándola por su nombre, la luz apuntó a su cara y finalmente se desmayó.

Jerónimo decidió agradecerle a Esmeralda por su atención, le compró unas flores y chocolates, fue a su casa a pesar de la lluvia y llamó a la puerta, Esmeralda salió y no pudo contener la sonrisa cuando vio a Jerónimo que le traía aquel detalle, él entre nerviosismo y un poco de tartamudeo le dijo que gracias por su ayuda y que le había comprado aquello esperando que le gustara, Esmeralda le agradeció su actuar, le comentó que en ese momento tenía la visita de una amiga en su casa pero que pasara para que se conocieran, llegaron a la sala donde estaba Karen sentada leyendo una carta frente a una botella de vino, Esmeralda los presentó a ambos y Jerónimo no pudo evitar preguntar que qué era aquello que leía, era una carta que le había enviado a Esmeralda algún pretendiente, Jerónimo se desanimó y fue al baño, mientras se alejaba escuchaba como Esmeralda y Karen reían y murmuraban, en su camino escuchó como caían gotas de agua en la cocina, entró llamado por la curiosidad y descubrió que efectivamente había goteras, salió por la puerta trasera para ir a su casa y regresar con su herramienta, fue donde estaba aquella fuga y la reparó, cuando estaba terminando Esmeralda y Karen entraron a la cocina un poco afectadas por el alcohol, vieron que había resuelto aquel problema, Esmeralda se acercó y lo abrazó, Jerónimo respondió que no había problema y podría ayudarle en lo que hiciera falta, finalmente decidió despedirse y se fue.

Lucía despertó acostada en la banqueta afuera de su casa, habían sirenas de ambulancias y patrullas, junto a ella estaba Rigoberto, quien la rescató y le contó que había caído un rayo cerca de ahí y que algunas personas tenían crisis nerviosas por el miedo, todo esto se lo decía mientras Lucía miraba desesperadamente a su alrededor, cuando notó que estaba a salvo intentó hablar, pero no pudo, no salió voz de su garganta, Rigoberto notó una extraña marca en su cuello y sumado al intento de Lucia por hablar creyó que se estaba asfixiando con algo, así que llamó a un paramédico que pudiera ayudarles, después de revisarla notó que era una quemadura, al parecer su cuerpo estaba en una temperatura fría y repentinamente esa quemadura contrarrestó tanto que le dañó la garganta y no podría hablar por algún tiempo, Lucía quería contar todo lo que le había pasado pero no podía, le dijeron que la ayudarían a regresar a su casa pero ella se negó rotundamente. Le ofreció el paramédico alojamiento en el hospital, por miedo a que ella también pudiera sufrir alguna crisis nerviosa, Lucía aceptó y se fue en la ambulancia, durante el camino le prestaron un celular para avisarle a algún familiar, ella marcó el número de Nicole y el paramédico le dio la noticia sobre la situación, pues Lucía no podía hablar, Nicole agradeció y afirmó que iría a visitarla en cuanto terminara de trabajar.

A la mañana siguiente Jerónimo fue despertado al recibir una llamada, una señora le llamaba por teléfono y le preguntaba si podría ir a reparar el techo de su casa, pues la noche anterior un árbol había caído y al ser temporada de lluvias eso le traería muchos problemas, Jerónimo dijo que iría lo más pronto posible, se vistió y salió, al lado de su casa se topó con Esmeralda, quien había salido a tirar la basura, ella tenía su pijama puesta y su cabello totalmente despeinado y desarreglado, cuando vio a Jerónimo le dio mucha vergüenza, pues no recordaba lo que había hecho la noche anterior, Jerónimo la había ido a visitar y ella estaba bebiendo, Jerónimo se acercó a ella mientras Esmeralda agachaba la cabeza –Buenos días vecina, ¿Estuvo emocionante la fiesta?- Esmeralda simplemente asintió con la cabeza -¿Y a qué hora se fue tu amiga?- Preguntó Jerónimo, Esmeralda le respondió que ni siquiera se dio cuenta pues se había quedado dormida, Jerónimo recordó la carta del pretendiente secreto, le preguntó que si había salido de su casa en la noche, ella respondió que no, simplemente habían estado en su casa y lo último que recordaba era a él llevándole flores -¿Esas flores?- Preguntaba Jerónimo mientras apuntaba hacia el bote de basura donde Esmeralda recién había tirado cosas -¿¡No puede ser cómo les pasó eso!?- Decía Esmeralda sorprendida a la vez que se disculpaba con Jerónimo, ella no sabía cómo las flores terminaron en su cesto basura y tampoco había revisado lo que iba a tirar, Jerónimo intentó ocultar su decepción, le comentó sobre el trabajo que debía hacer y se fue.


Oppidum (Capítulo 1)

Karen despertó con un gran dolor de cabeza, estaba acostada observando el cielo, la acompañaban ruidos de grillos y algunos otros insectos, deslizó su brazo izquierdo sobre el pasto húmedo y lo llevó hasta su frente, estaba confundida y no sabía lo que sucedía, ¿Cómo había llegado a ese bosque? Ella estaba descalza, traía su pantalón favorito y un suéter que le había regalado su abuela.

Con mucho esfuerzo se levantó, pero se cayó al sentir el dolor de un trozo de vidrio encajado en su pie, con cuidado se lo quitó y vio que en el suelo había más trozos de vidrios rotos, los cuáles formaban una especie de camino hacia el interior del bosque, nuevamente se puso de pie y avanzó por ese camino despacio y cuidándose de no clavarse aquellos vidrios.

Cuando entró en ese bosque una densa nubla bajó, cada paso que daba se volvía más oscuro todo hasta que su visibilidad fue nula, se había perdido y no podía ver nada, se inclinó a tentar el suelo buscando con sus manos alguna vara o rama que le ayudara a guiarse y con la cuál pudiera darse cuenta si era obstaculizada por algo o si el camino se terminaba, pero no encontró nada, avanzó lentamente mientras seguía buscando hasta que tocó algo que la lastimó, después algo empezó a escurrir de su mano y un extraño y poderoso rugido surgió de aquel lugar oscuro, Dellan ignoró la precaución que había mantenido hasta ese momento y corrió hacia el otro lado, el lugar era oscuro y no pudo evitar los golpes y choques con los árboles, pero atrás de ella habían unos pasos siguiéndola, y eso le impedía dejar de correr para descansar, sus pies estaban ya muy lastimados, y se lastimarían más al pisar otro trozo de vidrio, lejos de desesperarse Dellan se alegró, pues había encontrado el camino de vuelta, así que se guio con sus pies pisando aquellos trozos de vidrio, una vez afuera del bosque notó que ya no había estrellas, no había pasto, estaba en una carretera al pie de un pueblito y el sol comenzaba a salir, cansada y lastimada no se preocupó por eso, pues de desvaneció y cayó desmayada.

Jerónimo había terminado de reparar el tejado de aquella casa donde la noche anterior un árbol cayó debido a la tormenta, una vez que terminó de reemplazar las tejas rotas, Jerónimo fue a la entrada a cobrar por sus servicios, 1, 2, 3 monedas de cobre más una extra de propina fue lo que le pagó aquella amable viejecita, Jerónimo agradeció el extra y se fue a su casa, pasando por el mercado, llamó su atención un grupo de personas rodeando a un vendedor -Ahí los tienes amigo, vendiéndoles tu basura medicinal- Pensó Jerónimo, no quiso prestarle más atención y continuó su camino a casa, estaba muy agotado y solo quería descansar.

Rigoberto corría a prisa, sus bolsillos se agitaban y la bolsa que cargaba era tan grande que le estorbaba para ver, detrás de él un policía lo perseguía usando su silbato para llamarlo y que se detuviera, pero Rigoberto seguía corriendo, dio la vuelta en un callejón y se metió por una alcantarilla que vio abierta, tuvo tiempo suficiente para poner la tapa antes de que el policía que lo perseguía llegara a ese callejón, lo había perdido. 

Dentro de las alcantarillas Rigoberto caminaba buscando una salida, cuando vio a lo lejos una extraña luz rosa que venía de un pasillo de mantenimiento, claramente no era la luz del exterior, lleno de curiosidad fue a ver, pero al llegar a ese pasillo, la luz había desaparecido, pero había una puerta, intentó abrirla pero parecía estar sellada, decidió irse, pero al girarse escuchó el rechinido de la puerta abriéndose, regresó su vista y efectivamente esa puerta estaba abierta, extrañado por la situación se metió, en una esquina vio la silueta de un hombre, pero no alcanzaba a distinguirlo -Vives aquí eh, es buen lugar no debes pagar impuestos- dijo Rigoberto mientras se acerba a ese hombre -Me acabo de robar esto, si me ayudas a escapar te puedo invitar la cena-. A ese hombre no le importaba, se mantenía quieto -Hombre, te estoy hablando- le repetía Rigoberto al tiempo que lanzaba un puñetazo para empujar al hombre, pero cuando lo tocó el cuarto se puso rosa y aquel hombre brincó dejando apoyados sus pies en el techo, unos colmillos enormes salieron de su boca, sus ojos se volvieron rojos y sus brazos se alargaron, Rigoberto asustado intentó huir, pero los brazos de esta extraña criatura lo agarraron del pie, Rigoberto gritaba por ayuda y le pedía perdón a aquel monstruo -Por favor déjame ir- le suplicaba, pero con voz gruesa y rasposa le contestaba aquella criatura -Tú no deberías estar aquí -Déjame ir y te prometo que me iré -Y yo te prometo que no te dejaré ir -Te puedo ayudar, dime lo que haga falta y te serviré, pero no me mates, mira me robé esto, quédate con todo- Aquella criatura lanzó a Rigoberto contra la pared -Jajaja yo no necesito eso, pero si puedes servirme- Rigoberto aterrado intentó levantarse para correr pero aquella cosa se lanzó sobre él, se escuchó un grito desgarrador, pero arriba no se escuchaba nada, pues había una tormenta.

Nicole, como todos los días, repartía el correo por el pueblo, no era problema pues conocía perfectamente cada calle, aunque había algunas casas bastante alejadas a donde no le gustaba ir, afortunadamente estas casas no recibían correo muy a menudo, desafortunadamente, ese día si tenía que entregarles un paquete, se trataba de un maletín negro, el cual tenía grabada la cabeza de un zorro. Nicole se subió a su camioneta, cargó el correo que debía entregar, revisó la ruta y partió, dejaría hasta el final la entrega de aquel extraño maletín.

Durante el camino le gustaba cantar, así que encendía el radio de su camioneta, lo prendió, pero no escuchaba más que estática, creyó que la estación se había dañado una vez más y no se preocupó, llegó hasta donde haría su primera entrega, la casa del viejo Don Alberto quien la esperaba en las escaleras de su casa mientras escuchaba el radio -Buenos días don Alberto- saludó Nicole -Muy buenos días- Le respondió don Alberto con su voz gastada y amable -Le traigo las cartas de sus hijos -Muchas gracias niña -Es un placer don Alberto, nos vemos -Cuídate mucho -Nicole se subió a su camioneta creyendo que ya se había solucionado el problema del radio, pues don Alberto lo estaba escuchando, lo encendió pero el problema de la estática continuaba, intentó girar el botón para cambiar de estación pero parecía no encontrar señal, estuvo todo el día entregando correos e intentando sintonizar su radio, ya estaba cerca de anochecer y solo le quedaba por entregar aquel maletín, ella seguía intentando arreglar el radio, hasta que finalmente escuchó algo, eran voces manteniendo una conversación, pero hablaban en un idioma desconocido, de fondo se escuchaba una canción tranquila y relajante, pero poco a poco fue subiendo su intensidad, las voces hablaban más rápido y el volumen de la canción subía, Nicole buscó cambiar de estación pero a la estación que se moviera se escuchaba lo mismo, el volumen ya era muy alto y el botón de apagado se había atorado, finalmente se escuchó un trueno, y un rayo iluminó todo el lugar, el radio se apagó y comenzó a llover, Nicole decidió regresar a la oficina y entregar ese maletín al día siguiente, pues con ese clima era muy peligroso viajar tan lejos.

El sueño de Lucía se había sentido muy real, no sabía si sacar a pasear a sus perros o no ese día, temía que le ladraran a aquel niñito y que este asustado corriera hacia media calle y lo atropellaran, su temor era tanto que prefirió no hacerlo, abrumada por el recuerdo de su sueño tomó su bolso, guardó su vieja cámara y fue a la tienda para comprar alguna golosina y distraerse tomando fotos en el parque, pero al llegar a la tienda vio que el lugar estaba encintado y protegido por la policía, pues había ocurrido un asalto recientemente, el cual provocó un infarto en una pobre anciana que se asustó. Lucía creyó que sería una buena nota para presentarse con ella en el periódico y solicitar empleo, sacó su cámara de su bolsa y se escondió detrás de una camioneta, desde ahí intentó fotografiar todo lo que alcanzara, una vez que terminó corrió al laboratorio para revelar sus fotografías. Para su mala suerte todo lo que había tomado eran líneas de colores opacos y no se distinguía nada, ella se decepcionó pues además de perder su oportunidad de trabajo su cámara se había descompuesto, triste guardó su cámara y caminó, empalmó las fotos para ponerlas en la mochila, pero su sorpresa fue que al apilar esas fotos y verlas a contra luz, las sombras y colores descompuestos formaban una imagen, un extraño ente de pie afuera de la tienda, lo demás eran policías y médicos borrosos, lógico por el movimiento que hacían, pero ella no recordaba haber visto a nadie más en ese lugar. Confundida y emocionada corrió hacia la oficina del periódico, pero un rayo cayó en un árbol que estaba frente a ella y se asustó dejando caer sus fotos, las cuales fueron empapadas por la lluvia que justo iniciaba, las levantó todas y se las llevó a su casa con la intención de secarlas, pero quedaron tan arrugadas que ya no coincidían al empalmarse y, desgraciadamente su cámara también se había mojado, pero al revisarla notó que se le había olvidado el rollo en el laboratorio.