Había una vez una jirafa que vivía en una sabana, tenía muy pocos amigos, pues todos creían que era presumida y arrogante, esto porque cuando alguien le ofrecía ayuda siempre los rechazaba y decía que no necesitaba a nadie, pero sus acciones afectaban a todos.
Un día la jirafa vio una naranja muy apetitosa en un árbol al lado de la casa de una ardilla, la ardilla salió y le habló – Puedo ayudarte y bajarte esa naranja – Pero no convenció a la jirafa quien respondió – Yo puedo sola, tengo un cuello largo – La jirafa usó su cuello largo, aunque no alcanzaba la fruta, su cuello fue suficientemente largo para sacudir las ramas y tirar la naranja, aunque también tiró la casa de la ardilla, pero esto no perjudicó a la jirafa quien se fue feliz con su naranja.
Otro día vio un dulce dentro de una bonita flor, donde una abejita iba a polinizar– Puedo ir lentamente y pasarte ese dulce – Dijo la abejita ofreciendo su ayuda – No necesito ayuda, tengo una lengua larga y puedo alcanzar ese dulce – Respondió la jirafa, enseguida estiró su lengua y sacó el dulce, pero dejo la flor aplastada y babeada, aún así la jirafa se fue feliz con su duce.
Un día fue al gran estanque de la sabana, pues iba a bañarse, allí estaban todos los animales haciendo fila, los elefantes estaban cargando agua con sus trompas para ir rociando al animal que siguiera en la fila, pero la jirafa no se quiso formar ni usar la ayuda de los elefantes, pues ella creía que podría hacer lo mismo que ellos, pero guardar el agua en su cuello, además, creyó que podía irse a lo más profundo, pues tenía patas largas, y así lo hizo, se fue caminando hacia la zona más profunda, a pesar de tener el agua hasta el cuello ella siguió avanzando, pero de pronto notó algo raro, sintió que el nivel del agua subía, aunque era ella la que se estaba hundiendo, asustada empezó a gritar por ayuda, en ese momento llegó la abejita – ¡Oh gracias al cielo que llegas! me estoy ahogando, ayúdame por favor – Rogó la jirafa – Vaya, ¿Tú pidiendo ayuda? – Le dijo la abejita – Claro, quiero ayuda –Respondió la Jirafa – ¿Y cómo te atreves a pedir ayuda? – Dijo la abeja molesta – No entiendo que hay de malo o por qué no quieras ayudarme – Contestó la Jirafa – Entonces no te has dado cuenta, eso no está nada bien, muchas veces te hemos ofrecido ayuda todos y siempre nos rechazas, quieres hacerlo todo tú aunque no puedas y terminas descomponiendo nuestras cosas y rompiendo todo, pero nunca te importa, esta vez te tocó a ti sufrir tu arrogancia – Dijo con firmeza la abejita y después se fue volando por ayuda.
Mientras la ayuda venía, la jirafa se puso a pensar en todas las cosas que había hecho y donde había afectado a los demás, entendió que pedir ayuda no solo podía ser mejor, si no que era necesario en algunas ocasiones, se alejó de su arrogancia que la hacía actuar así y se unió a los animales de la sabana para ayudarlos y para recibir ayuda. Fin.