El duende y la sirena

En un pequeño bosque, oculto entre un gran pantano de humo industrial y una enorme jungla de ruido y concreto habitan criaturas encantadas encargadas de mostrar el bien a la humanidad, dos buenos amigos que tienen en común sus poderes y su bondad, uno de ellos un pequeño duende, y el otro, una sirena.

En sus mejores años estos amigos conocían a muchas personas, les ayudaban a ser felices, disfrutar a su familia y ayudar al mundo, pero en los últimos años, con el crecimiento de la jungla ruidosa y el pantano humeante, los humanos desaparecían de a poco, así que no les quedaba más que reunirse en el lago de la sirena y platicar de esos antiguos tiempos y sus experiencias con sus amigos lo humanos.

Un día, mientras platicaban, escucharon una voz, parecía pedir ayuda, pero no parecía pedir ayuda en el modo que ellos conocían, más bien eran órdenes, el duende se acercó al origen de esa voz y vio a una persona cubierta por elegantes y limpias telas, además de objetos brillantes en su cuello, cabeza, pies y muñecas, y al lado suyo una enorme caja extraña con ruedas, a una de ellas le faltaba aire, esa persona le hablaba a otra caja pero una muy pequeña que le respondía, el duende se sorprendió y se regresó al lago con la sirena, estando ahí le platicó lo que vio, los humanos habían encerrado la magia en cajas, la sirena también se sorprendió, ni siquiera ella sabía cómo se hacía eso, pero al parecer, las personas ya no los necesitaban y esto los hizo ponerse tristes.

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En un momento escucharon los arbustos moverse, voltearon para recibir al invitado, era una niña, caminaba hacia ellos pero no los veía, pues tenía una caja de magia con ella y era lo que observaba, no se fijó que estaba cerca de caer al agua, el duende corrió y se paró frente a ella para después decirle en voz alta que tuviera cuidado, la niña se detuvo y apartó su mirada de la caja, observó al duende y lanzó una expresión confundida, no sabía lo que era él, la niña curiosa le preguntó si salía en la tele, duende no sabía de lo que le hablaba, después sirena le habló a la niña, le preguntó que por qué ya no habían ido, la niña no entendía por qué le preguntaba eso, enseguida los arbustos se movieron de nuevo y esta vez entró el hermano menor de aquella niña, al igual que ella observaba la caja de magia, su hermana le advirtió sobre el lago, pero el niño no la escuchó y se cayó al agua, asustado empezó a patalear, no sabía nadar, pero sirena fue por él y lo salvó, lo dejó a la orilla del lago y lo secó usando su magia.

Ya estando todos tranquilos en la orilla del lago los niños le preguntaron a los amigos mágicos quienes eran ellos, sirena les contó sobre sus historias con otros humanos y cómo fue que dejaron de verlos, los niños se cautivaron por la historias de sirena, haciendo a un lado a duende, quien sintiéndose excluido preguntó a la niña por su caja de mágica buscando su atención, enseguida la niña encendió su artefacto y se puso a mostrarle todas las cosas a duende mientras caminaban hacia la sombra de un árbol para sentarse, mientras que el niño al no tener ya su caja, pues se había mojado, decidió quedarse con sirena y escucharla.

El tiempo avanzaba y los niños seguían platicando con las criaturas, hasta que la caja de la niña perdió su brillo y dejó de funcionar, pero duende ya entendía un poco más sobre esa nueva magia, la niña se fue donde estaba sirena contando sus historias y duende se quedó repitiendo en su mente lo que había visto.

Cuando atardeció los niños escucharon a su padre que les llamaba, se despidieron y se fueron. Duende se acercó con sirena y le contó que ya sabía sobre la nueva magia y los nuevos humanos, pero para entenderles debía actualizarse, así que para enseñarle cómo debía ser usó su magia para cambiarse de ropa y empezó a hablar de una forma que sirena consideraba grosera, esto hizo que ambos se molestaran, sirena no aceptaba el nuevo comportamiento de duende y duende le reprochaba que por no actualizarse se estaban quedando solos, así que molestos los dos se fueron sin despedirse.

Ya en su casa duende empezó a reflexionar, sirena no le había hecho nada y aun así él la había ofendido, pensó en que a pesar de los años que habían pasado y los amigos que dejaron de ver, ellos dos seguían juntos compartiendo su amistad y ayudándose, los tiempos cambiaban, pero no era excusa para que las personas no mantuvieran su esencia humana y sus valores, no querría ser una persona moderna si eso significaba perder las amistades y entregarle la atención a una caja mágica. Recordó además cómo llegaron los niños tan perdidos y confundidos, y cómo se fueron sonrientes y alegres después de escuchar a sirena, así que decidió al día siguiente ir a disculparse.

Esa mañana sirena lo esperaba con una enorme sonrisa, veía a duende apenado y sabía que, aunque los tiempos cambiaran siempre tendría a su amigo, se abrazaron y duende le preguntó sobre su truco para no sentirse mal por estar excluida, ella le contó que al estar siempre en el lago se tuvo que acostumbrar a perderse de muchas aventuras en la tierra, pero sabía que la paciencia valía la pena cuando encontrabas una amistad verdadera. Duende tuvo una gran admiración por sirena y le agradeció haber estado juntos en tantas aventuras y, aunque fueran ya pocos los humanos que los visitarían, ellos estarían siempre alegres y dispuestos a ayudar.

Moraleja: La amistad real prevalece aún sobre los tentadores cambios tecnológicos, y es más duradera que cualquier moda pasajera.


La hormiga y la mazorca

Una vez, en una colonia de hormigas, había una que trabajaba sola en la recolección de comida, siempre que iniciaba la temporada de recolección ella se iba muy lejos en búsqueda de algo grande para llevar, pero cuando lo encontraba lo ocultaba, las demás hormigas trabajan juntas y se ayudaban todo el tiempo, pero esta hormiga descansaba todo el verano, y justo antes de que la temporada terminara, iba a su escondite secreto para llevarse ese alimento y así no recibir castigo por no aportar nada, y además se llevaría todo el crédito ella sola por esa cantidad. Entre las cosas que solía llevar se encontraban trozos grandes de azúcar, piezas de pan y hojas de té. Al ser objetos grandes siempre batallaba para trasladarlos, pero pensaba que valía la pena a cambio de no hacer nada todo el verano.

Un día inició la nueva temporada de recolección, y la hormiga, como de costumbre, fue a buscar ese alimento que sería su boleto al descanso y su aporte a la colonia, mientras se alejaba del hormiguero se encontraba con compañeras suyas, quienes llevaban algunos objetos pesados, ellas le pedían ayuda a la hormiga, pero esta siempre ponía excusas y seguía su camino – Eso es trabajo innecesario – Pensaba.

La hormiga siguió avanzando hasta que llegó a un maizal, ahí se encontró a un gusanito arriba de una mazorca, el gusanito al ver a la hormiga se asustó y le rogó porque lo dejara vivir – Por favor hormiga, no me mates, no llames a tus amigas – Le rogó el gusanito – ¿De qué hablas? – Respondió la hormiga – No le voy a hablar a mis compañeras, y matarte yo sola sería mucho trabajo, además, tu olor haría que vinieran – El gusanito estaba confundido – ¿No quieres que te ayuden tus amigas? – Le cuestionó – No, no me gusta estar trabajando, prefiero guardar comida al inicio del verano y llevarla justo al final de la estación – Dijo la hormiga platicándole su costumbre – ¿Y alcanzas a llevar en un día toda la comida que consumes en invierno? – Preguntó sorprendido el gusanito – No sé, nunca me lo cuestioné, pero da igual, somos muchas y nunca me dejan sin comida siempre y cuando lleve algo – Respondió la hormiga – Bueno, mira, podrías llevarte una de estas mazorcas, es mucha comida y seguro les va a gustar en tu hormiguero – La hormiga lo pensó y accedió, sería una heroína y se convertiría en la hormiga que más comida hubiera llevado de un solo viaje, pero había un problema, no había donde esconderla, y tampoco podía cargarlo, nunca había llevado algo tan pesado, pero la hormiga dentro de su flojera decidió dejar la mazorca justo donde estaba, tenía todo un verano para pensar en cómo se la llevaría.

Los días pasaron y la hormiga no recordaba ni se preocupaba por cómo iba a trasladar la mazorca, hasta que llegó el final de la recolección, mientras la hormiga almorzaba les avisaron que era el último día para entregar suministros, ella recordó su problema con la mazorca y salió a toda prisa del hormiguero, con el miedo a que su hallazgo hubiera sido robado, cuando llegó notó con preocupación que el campo estaba vacío, a excepción de su mazorca, y al lado de ella estaba el gusanito – Hola amiga hormiga, los humanos vinieron por sus cosechas, pero como me vieron aquí entonces no se llevaron esta mazorca – El gusanito le había ayudado con ese problema – Muchas gracias gusanito, me salvaste – Dijo la hormiga agitada, pero ahora tenía que resolver el cómo llevarla hasta el hormiguero, intentó cargarla, empujarla y jalarla pero no logró conseguir que se moviera, se le ocurrió tomar una piedra para golpearla y ver si así se movía, pero al hacerlo no pasaba nada, la mazorca seguía intacta, a excepción de un grano de maíz que se le había desprendido, entonces pensó en lo que sería su única alternativa, quitar todos los granos y llevar de uno por uno, pero el hormiguero estaba muy lejos, aun así la hormiga comenzó a llevar los granos por separado, pues no quería ser expulsada de su hogar, para su fortuna su amigo gusanito junto con otros animales que él conocía le ayudaron, fue un día muy cansado para la hormiga, quien terminó exhausta a pesar de haber tenido tanta ayuda y sin la cual no lo habría logrado, le ayudo a valorar el trabajo en equipo, y a partir de ese día la hormiga ayudó a sus compañeras y fue responsable en su recolección.


El micrófono mágico

Tony era un niño de segundo grado de primaria, era un poco travieso, pero era aplicado y quería mucho a sus amigos, su travesura más grande había sido cambiar el número de los salones el primer día para confundir a los estudiantes y que entraran a otro salón.

Un día mientras estaba en clase, una compañera suya, Sofía, pasó a exponer sobre una tarea que les habían dejado el día anterior, mientras lo hacía alguien le lanzó un pedazo de torta y Sofía empezó a llorar, su maestra, quien estaba sentada en la fila del frente viendo la exposición se levantó muy enojada – ¿Quién fue? – Preguntó furiosa, pero nadie sabía quién había sido, pues no lo vieron, a excepción de José, quien aseguró que Tony lo había hecho, la maestra se sorprendió, pues, a pesar de que Tony era algo travieso, nunca se habría imaginado que le hiciera eso a alguien, Tony aseguraba que él no había sido, pero la maestra no le creyó y lo castigó, creyendo que era lo mejor antes de que el comportamiento de Tony pudiera empeorar.

Esa noche Tony estaba acostado en su cuarto, muy molesto con la maestra y con sus compañeros que no lo defendieron, estaba tan molesto que no podía dormir, de pronto notó un brillo que salía por el borde de su puerta, se levantó de su cama y salió de la habitación, ese resplandor parecía venir de la cocina, lo siguió y en la mesa vio que había un micrófono brillando, lo tomó y la luz desapareció, pero el micrófono seguía ahí en sus manos, lo encendió y cuando iba a hablar escuchó la voz de su mamá – Tony ¿Estás ahí? – Tony bromeando intentó responderle como si fuera su papá – No, soy yo – Pero al entrar su voz al micrófono se escuchó como si en realidad hubiera sido su papá el que respondía – Ah bueno, ya me voy a dormir – Respondió la madre de Tony y se fue, Tony estaba impresionado, era un micrófono que le cambiaba la voz, pensó en su maestra y habló como si fuera ella – Niños hoy no hay tarea – Y como lo esperaba, la voz de su maestra fue la que salió del micrófono, Tony maravillado guardó el micrófono en su mochila y se fue a dormir.

Al día siguiente en la escuela Tony se sentó hasta atrás, donde nadie lo pudiera ver, más tarde, la maestra estaba concentrada revisando exámenes mientras los niños trabajaban, Tony sacó su micrófono y lo escondió debajo de la mesa, se agachó para no ser visto y pensando en la voz de su maestra dijo – Niños pueden salir a jugar – Todos los niños se levantaron gritando y corrieron a la puerta para salir del salón, la maestra confundida corrió atrás de ellos diciéndoles que se metieran, pero justo en ese momento iba pasando el director – Maestra ¿Qué hacen esos niños afuera? – Preguntó de forma enojada – No lo sé director, solo brincaron y se salieron corriendo – Respondió confundida la maestra – Pues contrólelos – Respondió el director, la maestra se fue a llamar a los niños que estaban en el patio y el director se fue a su oficina, mientras tanto Tony, que había escuchado todo, caminó escondido por fuera de los demás salones llamándole a los maestros fingiendo la voz del director, diciéndoles que debían ir a una junta en el auditorio municipal y que él se quedaría con los alumnos. Los maestros se fueron diciéndole a sus alumnos que se quedaran sentados esperando al director, pero más tarde nuevamente Tony pasó diciéndole a los niños que podían salir a jugar.

Todos los alumnos estaban afuera de los salones, Tony a escondidas usaba su micrófono para decir cosas sobre algunos alumnos con voz de otros, le causaba mucha gracia, pero esto provocó peleas y, al no tener supervisión, otros niños pequeños se habían lastimado en el área de juegos, Tony había provocado un desastre, fue a la oficina del director y no había nadie, pues el director había salido. Preocupado, Tony pensó en usar el micrófono para intentar hacer que los alumnos volvieran a sus salones, pero nadie lo escuchaba, Tony se desesperó y se asustó, ya no sabía qué hacer y todo podría empeorar, justo en ese momento regresó su maestra, quien se encargó de mandar a todos los niños a sus salones de vuelta, Tony fue el primero en regresarse, seguía espantado y decidió deshacerse de ese micrófono aprovechando que nadie lo veía, pero al momento de haber tenido esa idea el micrófono volvió a brillar y desapareció.

Todos los niños entraron a sus salones y los maestros fueron regresando a la escuela, esa tarde regañaron a todos, pero aún así, al final del día Tony fue y abrazó a su maestra, prometiéndole que ya no iba a hacer travesuras, y ella le prometió que sería más comprensible.

Moraleja. A veces las cosas parecen injustas, pero todos nos equivocamos, lo importante es aceptar el error, comunicar los sentimientos y actuar de forma responsable y sin rencores, además de obedecer y entender las reglas, porque de otra forma se puede salir de control.


El viaje de un globo

En un parque de una ciudad había un tanque de helio y un globero trabajando con él, inflando globos que tomaba de una bolsa para después amarrarlos a un hilo y regalárselos a los niños. Dentro de esa bolsa, un globo llamado Bidi se despertó – ¿Dónde estoy? – Preguntó mientras bostezaba – Estamos aquí esperando a ser inflados para que nos den a un mini humano – Respondió un globo que estaba al lado suyo – Es nuestro trabajo protegerlos – Bidi no entendía a lo que se refería, se asomó por arriba de la bolsa y vio como el globero hacía su proceso; inflar un globo, amarrarlo, atarlo a una cuerda y dárselo a un niño, después regresó a su lugar al lado de aquel globo – No sabía que podíamos volar – Dijo Bidi – No podemos, solo con ayuda de lo que está en el tanque – Respondió el otro globo – Y, ¿hasta dónde podemos ir? – Preguntó Bidi al tiempo que miraba hacia el cielo – Pues ningún globo ha vuelto nunca, entonces no podemos saber, por eso nos amarran con ese hilo – Bidi se imaginó cómo podría ser irse volando por todo el mundo y conocer varios lugares – Pues yo me voy a ir – Aseguró Bidi con entusiasmo – ¡Estás loco!, te vas a perder y no podrás volver, quédate, no es tan malo, jugamos con los mini humanos – Decía el otro globo intentando convencerlo de no irse – Al menos prueba quedarte un poco y ya después te vas, si no, no vas a saber ni lo que puedes hacer aquí – pero nada funcionaba para cambiar la idea de Bidi, pues estaba decidido, él quería explorar el mundo.

Luego de un rato llegó un niño a pedir un globo, el globero metió la mano a la bolsa y Bidi saltó entre los dedos del globero, pues quería ser el siguiente, y así fue, cuando estuvo lleno de aire le iban a amarrar el hilo de seguridad, pero Bidi se sacudió tan fuerte que se soltó de las manos del globero y comenzó a elevarse – ¡Adiós a todos! – Bidi subía más y más, veía a lo lejos a otros globos jugando con sus mini humanos y pensaba – Se ve un poco divertido, pero no necesito probarlo, estoy seguro de que hay algo mejor –.

Durante su camino se encontró con una parvada de pájaros que volaban juntos – Hola amigos voladores – Les saludó – Que sorpresa encontrarnos un globo – Respondieron las aves – ¿A dónde van? – Preguntó el globo – Vamos a emigrar, hacia las playas cálidas y tibias, es mejor que este frio, ¿Quieres venir con nosotros? – Dijeron mientras le ofrecían unirse al grupo – No gracias, suena interesante, pero creo que más arriba están las mejores cosas – Se despidieron y el globo continuó con su camino.

Más arriba se topó con un avión, se enganchó al lado de una ventana donde dos pasajeros platicaban entre ellos – ¡Que divertido! El parque de atracciones más grande del mundo, velocidad, diversión y entretenimiento ¡allá vamos!  – Bidi después de escuchar se preguntó – ¿Podría ir a dar una vueltecita y después continuar con mi camino? – Estaba casi convencido de irse pegado a ese avión, pero finalmente decidió – No, no puedo perder el tiempo, debe haber algo mejor más arriba – Se soltó de donde estaba y siguió elevándose.

Tiempo después llegó a una estación espacial, donde se preparaba una nave para regresar a la tierra – Estoy ansioso por volver a casa y ver a mi familia – Decía uno de los astronautas – Dímelo a mí, llevo tiempo sin saber nada de mis amigos – Bidi pensaba en los compañeros y amigos que no pudo tener porque no quiso esperarse, ni siquiera sabía el nombre del único globo con el que había hablado. Se puso un poco triste, intentaba convencerse de que arriba había algo mejor y se fue.

Bidi seguía moviéndose, pero dejaba de ver la tierra, se dio cuenta de que se encontraba solo, de pronto empezó a sentir calor, había una esfera enorme a la que se acercaba, quería cambiar de dirección, pero no conseguía nada a pesar de sus esfuerzos. Aceptando su destino se quedó quieto, y prefirió tomar ese tiempo para disfrutar de la vista, en realidad no se veía mal, pero le habría gustado que ese momento hubiera tardado más en llegar y habría podido probar de aquellas cosas a las que se negó.

Moraleja. Es mejor ser paciente y disfrutar del momento, que ser impaciente y perderselo todo.


La moneda de oro

Había una vez un pequeño pueblo escondido en un desierto lejano, ahí vivía un niño, al que le gustaba jugar con la arena, como era el único niño del pueblo debía jugar solo, un día mientras jugaba encontró un pequeño gusanito, atorado entre dos piedras, el gusanito le habló – Ayúdame por favor, estoy atorado y no puedo salir – El niño le respondió – Te voy a ayudar, pero prométeme que vas a jugar conmigo cuando salgas – El gusanito accedió y el niño lo liberó, una vez libre le agradeció y después le preguntó – ¿Y qué es jugar? – El niño se sorprendió de que el gusanito no sabía que era eso – ¿Nunca has jugado? – Le preguntó – No, creo que no, siempre que me pasa algo y necesito ayuda, la gente solo me pide una de estas – El gusanito apareció un bolso lleno de monedas de oro y se lo mostró al niño – ¿Y qué son esas cosas? – Preguntó el niño – No sé muy bien, pero creo que es lo mejor que puede tener un humano – Respondió el gusanito – Si no las conoces puedo darte una como agradecimiento en lugar de jugar – El niño se puso a pensar y curioso accedió – Mmm, está bien – El gusanito le dio una moneda de oro y se fue despidiéndose.

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El niño se fue con la moneda y se puso a observarla detenidamente – ¿Para qué servirá? – Se preguntaba, no podía ser un escudo, una disco para deslizarse, un frisbee, un sombrero, ni nada, era demasiado pequeño, pero según el gusanito todos los humanos lo querían, a menos que, eso debía ser ¡El gusanito lo había engañado! El niño se molestó mucho y se fue a su casa, una vez ahí le preguntó a su papá – Papá ¿Sabes si los gusanitos son mentirosos? – El padre no le hizo mucho caso, pues estaba ocupado leyendo el periódico, por lo que le respondió simplemente que sí mientras seguía leyendo, el niño se sentía triste, se fue a dormir pensando que el gusanito le había mentido y que además no quiso jugar con él.

Al día siguiente el niño se levantó y fue a caminar por el pueblo intentando descubrir algo sobre ese objeto dorado, en su camino se topó con un señor que vendía quesos – Buenos días quesero – Le saludó el niño – Buenos días amiguito – Respondió – ¿Qué traes en tu mano? – Dijo mientras veía un objeto brilloso en la mano del niño – No lo sé, intento averiguar para que sirve – Dijo el niño mientras levantaba la moneda para comparar su forma con lo que había a su alrededor – Pues no es algo muy útil, si quieres te puedo cambiar todos estos quesos por eso que tienes – Propuso el quesero – Pero, ¿Qué haría yo con tantos quesos? No gracias – Dijo el niño y se fue caminando. El niño se la pasó toda la tarde rechazando propuestas de intercambios, leche, pan, fruta, madera, pero nada de eso le interesaba, incluso se sintió estresado por tener a tantas personas persiguiéndolo, no sabía por qué todos querían ese objeto, pero era aburrido. Al final decidió ir a buscar al gusanito al lugar donde lo salvó.

Cuando llegó al sitió comenzó a gritar – ¡Gusanito! ¿Dónde estás? – El gusanito apareció por detrás de unas rocas saludando al niño – Hola amigo ¿Cómo te fue con tu moneda? – El niño algo molesto le respondió – Me engañaste, esto no es lo mejor que puede tener un humano, es aburrido, y todos lo quieren, incluso tuve que correr porque muchas personas me perseguían – El gusanito se puso triste de escuchar eso – Vaya, entonces todo este tiempo solo he afectado a la gente que me ayuda, ¡Y yo pensando que les agradecía! – El niño notó la tristeza del gusanito y pensó que jugar le serviría – Mira qué tal si te devuelvo la moneda y ahora si jugamos – El gusanito aceptó, el niño le devolvió la moneda de oro y le explico lo que es jugar, ambos tuvieron una tarde muy divertida y feliz y el gusanito notó en el niño una sonrisa muy parecida a la que habían tenido las personas a las que antes les había dado una moneda, en realidad si las había ayudado.

Moraleja: No existe un tesoro universal, pues cada quien puede tener uno especial.


La jirafa que no quería ayuda

Había una vez una jirafa que vivía en una sabana, tenía muy pocos amigos, pues todos creían que era presumida y arrogante, esto porque cuando alguien le ofrecía ayuda siempre los rechazaba y decía que no necesitaba a nadie, pero sus acciones afectaban a todos.

Un día la jirafa vio una naranja muy apetitosa en un árbol al lado de la casa de una ardilla, la ardilla salió y le habló – Puedo ayudarte y bajarte esa naranja – Pero no convenció a la jirafa quien respondió – Yo puedo sola, tengo un cuello largo – La jirafa usó su cuello largo, aunque no alcanzaba la fruta, su cuello fue suficientemente largo para sacudir las ramas y tirar la naranja, aunque también tiró la casa de la ardilla, pero esto no perjudicó a la jirafa quien se fue feliz con su naranja.

Otro día vio un dulce dentro de una bonita flor, donde una abejita iba a polinizar– Puedo ir lentamente y pasarte ese dulce – Dijo la abejita ofreciendo su ayuda – No necesito ayuda, tengo una lengua larga y puedo alcanzar ese dulce – Respondió la jirafa, enseguida estiró su lengua y sacó el dulce, pero dejo la flor aplastada y babeada, aún así la jirafa se fue feliz con su duce.

Un día fue al gran estanque de la sabana, pues iba a bañarse, allí estaban todos los animales haciendo fila, los elefantes estaban cargando agua con sus trompas para ir rociando al animal que siguiera en la fila, pero la jirafa no se quiso formar ni usar la ayuda de los elefantes, pues ella creía que podría hacer lo mismo que ellos, pero guardar el agua en su cuello, además, creyó que podía irse a lo más profundo, pues tenía patas largas, y así lo hizo, se fue caminando hacia la zona más profunda, a pesar de tener el agua hasta el cuello ella siguió avanzando, pero de pronto notó algo raro, sintió que el nivel del agua subía, aunque era ella la que se estaba hundiendo, asustada empezó a gritar por ayuda, en ese momento llegó la abejita – ¡Oh gracias al cielo que llegas! me estoy ahogando, ayúdame por favor – Rogó la jirafa – Vaya, ¿Tú pidiendo ayuda? – Le dijo la abejita – Claro, quiero ayuda –Respondió la Jirafa – ¿Y cómo te atreves a pedir ayuda? – Dijo la abeja molesta – No entiendo que hay de malo o por qué no quieras ayudarme – Contestó la Jirafa – Entonces no te has dado cuenta, eso no está nada bien, muchas veces te hemos ofrecido ayuda todos y siempre nos rechazas, quieres hacerlo todo tú aunque no puedas y terminas descomponiendo nuestras cosas y rompiendo todo, pero nunca te importa, esta vez te tocó a ti sufrir tu arrogancia – Dijo con firmeza la abejita y después se fue volando por ayuda.

Mientras la ayuda venía, la jirafa se puso a pensar en todas las cosas que había hecho y donde había afectado a los demás, entendió que pedir ayuda no solo podía ser mejor, si no que era necesario en algunas ocasiones, se alejó de su arrogancia que la hacía actuar así y se unió a los animales de la sabana para ayudarlos y para recibir ayuda. Fin.


La montaña maldita

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Jerónimo iba muy preparado, llevaba el equipo más pesado y variado, además de una mentalidad decidida para enfrentar cualquier obstáculo, sabía que superaría esa imponente montaña de la que todos hablaban. Al llegar al sitio, descubrió que esa famosa montaña que obstaculizaba el camino sólo era un mito, y que en su lugar, había un limpio, bello y hermoso lago. Jerónimo se desilusionó, pues no sabía que hacer con todo lo que llevaba, y sumando otro problema, no sabía cómo cruzaría ese lago. Para su extraña fortuna, notó que en la orilla de ese lago había una balsa y un remo, temeroso por la rareza de su suerte, se subió a la balsa y con mucho miedo y cautela cruzó el lago. Llegó al otro lado cargando gran peso en vano, y preocupándose tanto por la situación, que en ningún momento pudo disfrutar de aquella belleza que para muchos solo era un peligroso mito…

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Moraleja: A veces los mitos de los demás no nos dejan crear nuestro propio criterio, pues lo malo para uno, no es siempre malo para los otros.