Leno era un perro al que le gustaba jugar, tenía muchos juguetes, pero su juguete favorito era un hueso de goma, solía ir al patio de su casa y enterrarlo, después lo buscaba y se lo llevaba a otro lado.
Un día llegaron dos ardillas a vivir a su patio, se llamaban Tefe y Pifi, llevaban consigo muchas bellotas, al ver Leno lo que llevaban se llenó de curiosidad, nunca había visto una de esas y quería una, así que fue con las ardillas y les ofreció su hueso de goma a cambio de una bellota, ellas aceptaron e hicieron el intercambio, al tener Leno esa bellota se puso a investigar qué era y para qué la podría usar, pero se decepcionó cuando descubrió que no era algo suave, no rebotaba y definitivamente no era un juguete, así que, desanimado intentó regresar con las ardillas para deshacer el cambio, pero ellas se negaron, ya había hecho un trato y tenía que respetarlo.
Leno se fue muy triste pensando lo que podría hacer con esa bellota, a las ardillas les servían, pero a él no, iba caminando decepcionado cuando se encontró con un ratoncito que llevaba una bola de estambre, el ratón al ver la bellota de Leno le ofreció cambiársela por su estambre, Leno no tenía nada que perder, así que le cambió la bellota y se fue a la sala de la casa.
Estando en la sala intentó encontrarle una función al estambre, lo olfateó, lo lamió, lo escuchó y lo vio por varios minutos, pero fue inútil, esa bola de estambre no servía para nada, en ese momento se le ocurrió una idea, tal vez las ardillas podrían querer cambiarlo por su hueso, así que fue con ellas a ofrecerles un nuevo trato, pero al escuchar la propuesta del perro las ardillas se empezaron a burlar de él, pues ya había hecho un trato y debía respetarlo.
Leno se fue triste de vuelta a la sala cuando se cruzó con Mufa la gata, quien llevaba su vieja manta para tirarla a la basura, pero al ver la bola de estambre que tenía Leno, le ofreció cambiársela por su manta, Leno no tenía nada que perder, así que le cambió la bola de estambre y regresó al patio.
Estando otra vez en el patio, Leno tendió la vieja manta y se recostó, pero picaba tanto que se levantó enseguida, otra vez tenía algo que no le servía para nada y extrañaba mucho su hueso, pero Tefe y Pifi jamás iban a querer devolvérselo a cambio de esa fea manta, finalmente, cansado prefirió llevarla a la basura y olvidarse de todo, pero justo en ese momento una mamá cuervo bajó volando y aterrizó frente a él, sostenía un trozo de papel en su pico, la mamá cuervo había visto a Leno desde lejos y esa vieja manta le serviría para su nido, así que le ofreció cambiársela por su trozo de papel, Leno no tenía nada que perder, así que cambió la vieja manta y se fue a recostar a la puerta de la casa con ese trozo de papel que le cambió la mamá cuervo.
En ese momento una campanilla empezó a sonar, era un señor que iba en su bicicleta vendiendo juguetes para mascotas, entre ellos muchos huesos de goma, se paró frente a Leno y le preguntó si quería uno, Leno reconocía esas palabras, pues era lo que le decía su amo cuando lo llevaba a la tienda, así que hizo lo que hacía con su amo, brincó feliz, dio una vuelta y se sentó mirando con ternura al vendedor, éste creyó que Leno estaba tan bien entrenado que podía comprar sus propias cosas, pues incluso llevaba un billete en el hocico, así que estiró la mano y Leno entendiendo la seña le dio el billete, el vendedor lo tomó y se sorprendió, con ese billete alcanzaba a comprar 5 juguetes y de entre la variedad de juguetes que el vendedor llevaba Leno eligió 5 huesos de goma, se los entregaron en una bolsa de papel reciclado y Leno se fue feliz al patio a jugar con sus nuevos huesos.
Ya estando en el patio se le acercó la ardilla Tefe, pues quería deshacer el trato y recuperar su bellota, pero era tarde, habían hecho un trato y debía respetarlo.
Fin.